"Nada podemos esperar sino de nosotros mismos" | SURda |
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25-02-2015 |
¿ ES CUBA (O FUE) UNA REVOLUCIÓN SOCIALISTA?
Una pregunta pertinente en este momentos
William Yohai
No sin cierta sorpresa observamos una serie de trabajos negando en forma más o menos absoluta el carácter socialista de la Revolución Cubana. No vamos a entrar a discutir cada una de los fundamentos en los cuales se basa dicha negación. Sería imposible para nuestras limitadas capacidades de tiempo y trabajo. Iremos, por tanto, por la vía de la fundamentación “por la positiva”. De los trabajos que he leído rescato los de Fernando Moyano. Se expresa partiendo de la base de un respeto y un cuidado que son la única forma legítima, en mi opinión, de analizar fenómenos históricos de la envergadura y significación de los que nos ocupan. La inmensa mayoría del pueblo cubano acompañó con entusiasmo el proceso de su revolución. Y demostró estar dispuesta a dar su vida por él. Quienes asumen la tarea, por lo menos si lo hacen desde una intención revolucionaria y socialista, de tratar el asunto, deberían lavarse los dientes con ese dentrífico antes. Todo el mundo tiene el derecho a decir lo que le de la gana. Pero, como decía Martí: HONRAR HONRA.
Circunscribiremos nuestro análisis al período que va aproximadamente hasta 1990. El llamado “período especial en tiempos de paz” planteó a Cuba, a sus dirigentes y a su pueblo una serie de opciones de un nivel de violencia difícilmente imaginables para quienes no observaron el fenómeno de cerca o, mejor aún, lo vivieron en carne propia.
Aquí se impone aportar un concepto económico básico que no se mencionan (al menos yo no recuerdo haberlo visto) en algunos extensos trabajos que niegan el carácter socialista de la Revolución Cubana.
Nos referimos a la Restricción Externa. La Wikipedia la define así: “ La restricción externa se refiere a la la imposibilidad de lograr un crecimiento consistente en una economía, por la dificultad para la obtención de divisas . Este concepto explica muchas de las dificultades que han tenido las economías latinoamericanas para su desarrollo .”
Los intentos de estudiar la historia económica de Cuba (y de muchos países de AL, en particular Uruguay durante varias décadas del siglo pasado) sin tener presente este concepto fallan por la base.
Cuba fue, desde la colonia, un país candidato a sufrir el fenómeno. Dependiente de las exportaciones de un monocultivo, el azúcar, cuyo mercado mundial estuvo siempre fuertemente regulado, su economía “bailó” al son de los precios de aquel.
En un reciente y breve trabajo discutimos el tema de los “subsidios” que Venezuela estaría suministrando a Cuba los últimos años. Y allí comentamos muy brevemente el fenómeno del intercambio de bienes entre Cuba y el campo socialista europeo, fundamentalmente la URSS. Este intercambio que modificó la relación de precios vigente en el mercado mundial entre el azúcar y toda una serie de productos, tanto manufacturados como materias primas, encabezados por el petróleo, fue decisivo para superar mientras duró, el fenómeno de la restricción externa.
Y es que cualquier proyecto de desarrollo necesita un aporte intenso de capital. El capitalismo originario se basó en la homónima acumulación. Probablemente la mayoría de los lectores de este trabajo conozcan los escritos de Marx y Engels al respecto. Para los países pequeños con baja dotación de recursos naturales exportables que puedan suministrar el dinero convertible (hoy es el dólar, hace un siglo eran el oro y la plata) imprescindible para financiar la importación de máquinas, tecnología y materias primas indispensables para cualquier modelo de desarrollo económico el problema de la RE estará siempre presente. Las relaciones de precios entre los de importación y exportación de materias primas agrícolas o mineras y de productos manufacturados, sobre todo bienes de capital y tecnología serán determinantes, más allá del régimen socioeconómico y las medidas que puedan tomar los distintos gobiernos.
A partir de los últimos años de la década del 80 Cuba enfrenta un fenómeno de RE extremo. Sus exportaciones al campo socialista se ven, por razones del cambio de régimen, reducidas prácticamente a la nada. Todo el proceso de desarrollo industrial planificado conjuntamente dentro de los mecanismos del consejo de ayuda mutua económica ( CAME) se derrumba. La industria cubana (para nada tan pequeña como alguna gente piensa) se encuentra sin materia prima y sin mercado. Y esto incluye no sólo a la industria. También la producción agrícola y pecuaria había sido montada sobre la base de maquinaria e insumos importados desde el CAME.
Caen entonces dramáticamente todas las producciones. El fenómeno es tan brutal que a pesar de contar Cuba con un sistema altamente desarrollado de suministro igualitario de productos básicos (la famosa “libreta de abastecimiento” o racionamiento) no es posible evitar la restricción calórica...forma un tanto eufemística de llamar al hambre.
¿como aliviar en estas condiciones la RE?
Las posible fuentes de divisas convertibles (alias dólares) no eran muchas. Las exportaciones de níquel están restringidas por la limitación severa en los insumos y repuestos para la maquinaria. Única solución aceptar la presencia en Cuba de un capitalista canadiense, Ian Delaney, dispuesto a enfrentar las medidas yankis (a él y a su familia les fue prohibido incluso el ingreso a EEUU) para invertir en el níquel cubano. Pahhh me dicen los amigos que han escrito extensamente en estos días sobre Cuba....¿vieron?, les avisamos, la “dictadura burocrática” tenía que terminar en el capitalismo.
Otra fuente “natural” de divisas fue el turismo. Cabe decir aquí que hasta ese momento Cuba dejó casi completamente de lado esta obvia fuente de ingresos para el país. En la verdad o en el error (probablemente más en lo último que en lo primero) la revolución había entendido hasta ese momento que los beneficios de desarrollar el turismo (entrada de divisas) no compensaban los reales, y también imaginarios, riesgos que planteaba el ingreso masivo de extranjeros provenientes de países capitalistas cuya circulación por el país se volvería, entonces, incontrolable. Sin contar con la inevitable “contaminación ideológica” capitalista. Pero para desarrollar el turismo se necesitaba ¡otra vez! Capital en la forma de dólares contantes y sonantes. Y una vez más se recurrió a capitalistas extranjeros (no los había en Cuba por más que se hubiera aceptado su aporte) con los cuales se establecieron sociedades casi siempre con mayoría estatal para, fundamentalmente, construir hoteles y otras infraestructuras imprescindibles. Estos capitalistas aportaron, además, el mercado (europeo y canadiense en lo esencial) para la actividad.
OTRA VEZ....LOS CRÍTICOS DESPIADADOS TUVIERON RAZÓN...
La tercera fuente de los tan escasos cuanto imprescindibles dólares (y euros cuando esta moneda se creó) lo fue el ingreso de remesas desde los emigrados...otrora “gusanos”, ahora devenidos “mariposas”.
Para fomentar el ingreso de estos recursos no hubo otro remedio que autorizar la circulación de moneda extranjera (casi siempre dólares) en el país. Aclaro que, antes de 1990 la mayoría de la población nacida después de 1959 nunca había visto un billete de esa moneda.
Y autorizar el ingreso y circulación de los dólares implicaba pasar a vender a la población cubana residente bienes nominados en dicha moneda. Para captar la mayor cantidad posible de estos se estableció un sistema que implicaba fuertes gravámenes y, por tanto, precios elevados de los productos comercializados en ese sistema.
El conjunto de medidas descrito muy esquemáticamente más arriba generó toda una serie de problemas completamente desconocidos antes. La enumeración que sigue es incompleta y esquemática, pero creo que resume la esencia de los fenómenos. a) comenzó a existir una importante desigualdad entre los que tenían acceso a dólares y los que no. b) se crearon distorsiones de gran envergadura y consecuencias negativas, en primer lugar, la pléyade de técnicos altamente calificados que Cuba había formado a lo largo de 30 años se vio relegada en sus ingresos y posteriormente en su apreciación social por personas cuyo único mérito era recibir dólares. La fuente de estos podían ser las remesas pero también el hecho de trabajar en el área dólar, turismo y otras empresas extranjeras, casi todas mixtas, que comenzaron a operar. Se comenzó a ver el fenómeno, absurdo, terrible, de médicos, ingenieros altamente calificados, etc. trabajando como limpiadores o botones en los hoteles. c) reapareció la prostitución que había sido prácticamente extinguida en los 60 gracias a una política dedicada a la rehabilitación social de las personas implicadas y a las oportunidades laborales y de estudio que la Revolución proporcionó.
A pesar de los problemas generados esta política permitió la supervivencia del núcleo socialista de la sociedad. Estoy personalmente convencido que el único camino alternativo era volver, lisa y llanamente al capitalismo. Retorno que sólo hubiera sido posible acompañado de un cambio político radical del tipo que experimentó la URSS. No había, en las condiciones de Cuba, margen para una transición del tipo chino. La contrarevolución radicada en Miami exigía la capitulación total, comenzando por la devolución de las propiedades confiscadas en los 60. El desastre humanitario que ello hubiera implicado es difícil de concebir. En la Rusia post soviética la esperanza de vida al nacer se redujo en 10 años poco tiempo después del derrumbe. Ello configura lisa y llanamente un GENOCIDIO. En Cuba, por el contrario, hubo, como decíamos, incluso hambre. Pero se mantuvo en lo esencial el tejido social. La población perdió peso y se produjo una epidemia de neuritis óptica vinculada, probablemente, a las deficiencias nutricionales. Sin embargo las variables sanitarias básicas (mortalidad materna e infantil, esperanza de vida, etc.) así como los niveles educativos se mantuvieron y comenzaron a mejorar otra vez los últimos años. Después de 1998 Venezuela proporcionó a Cuba una fuente extra de ingresos mediante la compra masiva de servicios médicos y de otras especialidades. Pero ¡ojo! Este fenómeno no nace de un repollo. Es el fruto de una política de la Revolución que, para entonces, llevaba más de 20 años de implementación. Esa inversión de largo aliento fructifica decisivamente cuando el proceso bolivariano bajo la dirección de Hugo Chávez lanza un proyecto de mejora masiva de las condiciones de vida del pueblo de Venezuela. Se establece una sinergia ampliamente positiva entre las posibilidades, los recursos humanos producidos durante décadas de inversión por parte de Cuba y la política humanista del gran bolivariano.
¡Que fácil resulta calificar y clasificar desde lejos, sin conocer o ignorando adrede estas crudas realidades externas!
Resulta más difícil clasificar hoy a Cuba como un país socialista.
Personalmente no me atrevo a establecer un diagnóstico categórico. Entre otras cosas porque ya no tengo un conocimiento tan directo de la situación. Tampoco importa demasiado. La historia transcurre y es siempre más rica que las categorizaciones de algunos escribas.
Pero: ¿que pasaba antes de 1990?
¿SOCIALISMO EN CUBA?
Dije hace unos días: “ Sólo diré ahora que estoy total y completamente convencido que Cuba fue, hasta el derrumbe de la URSS y la instauración del "período especial en tiempos de paz" un país socialista. Entendiendo por tal al período de dictadura revolucionaria del proletariado tal cual la define Marx en la "Crítica del programa de Gotha". ”
Lo lamento en el corazón, pero no es posible encarar el tema sin recurrir a un par de extensas citas de las famosas “Glosas marginales” también conocidas como “Crítica al programa de Gotha”.
Es un texto fundamental, pero encima, brevísimo. Ineludible para todo aquel que tenga, con algún fundamento teórico, intención revolucionaria. En aras de la brevedad (el texto completo se encuentra muy fácilmente a través de internet) no lo reproduzco en su totalidad. Para los que no lo han leído....háganlo. Y para los que, como yo, lo leyeron por primera vez hace muchos años...reléanlo.
El primer párrafo que citamos define ya de pique un criterio básico de cualquier sociedad y no necesita explicación.
“ Pero, dejemos la tesis, tal como está, o mejor dicho, tal como viene renqueando. ¿Que conclusión habría debido sacarse de ella? Evidentemente, ésta:
"Como el trabajo es la fuente de toda riqueza, nadie en la sociedad puede adquirir riqueza que no sea producto del trabajo. Si, por tanto, no trabaja él mismo, es que vive del trabajo ajeno y adquiere también su cultura a costa del trabajo de otros".
Lo hemos incluido aquí porque, precisamente este es uno de los fundamentos de la política cubana hacia el tema: no podían existir personas que no trabajaran o estudiaran. Existía, a tal fin, una ley “de la vagancia” (no recuerdo si ese era efectivamente su nombre). Se sancionaba precisamente el hecho de que alguien “viva del trabajo ajeno”. La sanción: ya que no trabajaba voluntariamente lo hacía en forma forzada.
Creo que el meollo de la cuestión, o sea, cuánto se apegaba la realidad cubana por lo menos hasta que el derrumbe del campo socialista y la consiguiente crisis económica impuso medidas que mediatizaron esta política social y económica se resuelve a partir de una atenta lectura de lo que sigue y su comparación con aquella.
“ En la sociedad actual, los medios de trabajo son monopolio de los dueños de tierras (el monopolio de la propiedad del suelo es, incluso, la base del monopolio del capital) y de los capitalistas. Los Estatutos de la Internacional no mencionan, en el pasaje correspondiente, ni una ni otra clase de monopolistas. Hablan de " los monopolizadores de los medios de trabajo, es decir, de las fuentes de vida" . Esta adición: " fuentes de vida ", señala claramente que el suelo esta comprendido entre los medios de trabajo.
Esta enmienda se introdujo porque Lassalle, por motivos que hoy son ya de todos conocidos, sólo atacaba a la clase capitalista, y no a los dueños de tierras. En Inglaterra, la mayoría de las veces el capitalista no es siquiera propietario del suelo sobre el que se levanta su fábrica.
Tal afirma textualmente Marx. En Cuba se estatizó la totalidad de los medios de producción con excepción de una parte (aproximadamente un 20%) de la tierra. Pero esta propiedad privada tenía limitaciones: a) no se podía (y todavía hoy es así) enajenar. b) El propietario sólo podía trabajarla directamente con su familia. Estaba prohibida la contratación de mano de obra asalariada. c) El régimen de préstamos y apoyos diversos del estado a los pequeños (el límite máximo eran 65 hectáreas) productores se complementaba con la obligación de vender la producción, salvo una parte reservada para el autoconsumo, al estado a unos precios que, de hecho abolían la captación de renta por parte del campesino.
La estatización comenzó ya desde el principio con las grandes empresas industriales y de servicios así como los latifundios, en primer lugar extranjeros. Continuó en 1962 con la industria y comercio “medianos”, o sea, que contrataban mano de obra asalariada y se completó en 1968 con el pequeño comercio. En suma, a partir de entonces los cubanos adultos eran: a) estudiantes universitarios a dedicación completa. Y aquí no se podía repetir cursos. El que no aprobaba los exámenes después de un número razonable de intentos quedaba afuera. b) trabajadores asalariados. Y enseguida profundizaremos en el tema de la significación del “salario” en aquel contexto. c) jubilados d) eran al mismo tiempo a y b.
Estaban, como dijimos arriba los campesinos individuales y posteriormente los cooperativistas cuando algunos de aquellos se transformaron voluntariamente en estos.
Dice entonces Marx:
3. "La emancipación del trabajo exige que los medios de trabajo se eleven a patrimonio común de la sociedad y que todo el trabajo sea regulado colectivamente, con un reparto equitativo del fruto del trabajo".
Donde dice "que los medios de trabajo se eleven a patrimonio común", debería decir, indudablemente, "se conviertan en patrimonio común". Pero esto sólo de pasada.
¿Que es el " fruto del trabajo "? ¿El producto del trabajo o su valor? Y en este último caso, ¿el valor total del producto, o sólo la parte de valor que el trabajo añade al valo r de los medios de producción consumidos?
Eso del "fruto del trabajo" es una idea vaga con la que Lassalle ha suplantado conceptos económicos precisos.
¿Qué es "reparto equitativo"?
¿No afirman los burgueses que el reparto actual es "equitativo"? ¿Y no es éste, en efecto, el único reparto "equitativo" que cabe, sobre la base del modo actual de producción? ¿Acaso las relaciones económicas son reguladas por los conceptos jurídicos? ¿No surgen, por el contrario, las relaciones jurídicas de las relaciones económicas? ¿No se forjan también los sectarios socialistas las más variadas ideas acerca del reparto "equitativo"?
Para saber lo que aquí hay que entender por la frase de "reparto equitativo", tenemos que cotejar este párrafo con el primero. El párrafo que glosamos supone una sociedad en la cual los "medios de trabajo son patrimonio común y todo el trabajo se regula colectivamente", mientras que en el párrafo primero vemos que "el fruto íntegro del trabajo pertenece por igual derecho a todos los miembros de la sociedad".
¿"Todos los miembros de la sociedad"? ¿También los que no trabajan? ¿Dónde se queda, entonces, el "fruto íntegro del trabajo"? ¿O sólo los miembros de la sociedad que trabajan? ¿Dónde dejamos, entonces, el "derecho igual" de todos los miembros de la sociedad?
Sin embargo, lo de "todos los miembros de la sociedad" y "el derecho igual" no son, manifiestamente, más que frases. Lo esencial del asunto está en que, en esta sociedad comunista, todo obrero debe obtener el "fruto íntegro del trabajo" lassalleano.
Tomemos, en primer lugar, las palabras "el fruto del trabajo" en el sentido del producto del trabajo; entonces, el fruto del trabajo colectivo será la totalidad del producto social .
Ahora, de aquí hay que deducir:
Primero : una parte para reponer los medios de producción consumidos.
Segundo : una parte suplementaria para ampliar la producción.
Tercero : el fondo de reserva o de seguro contra accidentes, trastornos debidos a fenómenos naturales, etc.
Estas deducciones del "fruto íntegro del trabajo" constituyen una necesidad económica, y su magnitud se determinará según los medios y fuerzas existentes, y en parte, por medio del cálculo de probabilidades, pero de ningún modo puede calcularse partiendo de la equidad.
Queda la parte restante del producto total, destinada a servir de medios de consumo.
Pero, antes de que esta parte llegue al reparto individual, de ella hay que deducir todavía:
Primero: los gastos generales de administración, no concernientes *** a la producción .
Esta parte será, desde el primer momento, considerablemente reducida en comparación con la sociedad actual, e irá disminuyendo a medida que la nueva sociedad se desarrolle.
Segundo: la parte que se destine a satisfacer necesidades colectivas , tales como escuelas, instituciones sanitarias, etc.
Esta parte aumentará considerablemente desde el primer momento, en comparación con la sociedad actual, y seguirá aumentando en la medida en que la nueva sociedad se desarrolle.
Tercero: los fondos de sostenimiento de las personas no capacitadas para el trabajo, etc. ; en una palabra, lo que hoy compete a la llamada beneficencia oficial.
Sólo después de esto podemos proceder al "reparto", es decir, a lo único que, bajo la influencia de Lassalle y con una concepción estrecha, tiene presente el programa, es decir, a Ia parte de los medios de consumo que se reparte entre los productores individuales de la colectividad.
El "fruto íntegro del trabajo" se ha transformado ya, imperceptiblemente, en el "fruto parcial", aunque lo que se le quite al productor en calidad de individuo vuelva a él, directa o indirectamente, en calidad de miembros de la sociedad.
Y así como se ha evaporado la expresión "el fruto íntegro del trabajo", se evapora ahora la expresión "el fruto del trabajo" en general.
En el seno de una sociedad colectivista, basada en la propiedad común de los medios de producción, los productores no cambian sus productos; el trabajo invertido en los productos no se presenta aquí, tampoco, como valor de estos productos, como una cualidad material, poseida por ellos, pues aquí, por oposición a lo que sucede en la sociedad capitalista, los trabajos individuales no forman ya parte integrante del trabajo común mediante un rodeo, sino directamente. La expresión "el fruto del trabajo", ya hoy recusable por su ambiguedad, pierde así todo sentido.
De lo que aquí se trata no es de una sociedad comunista que se ha desarrollado sobre su propia base, sino, al contrario, de una que acaba de salir precisamente de la sociedad capitalista y que, por tanto, presenta todavía en todos sus aspectos, en el económico, en el moral y en el intelectual, el sello de la vieja sociedad de cuya entraña procede. Congruentemente con esto, en ella el productor individual obtiene de la sociedad -- después de hechas las obligadas deducciones -- exactamente lo que ha dado. Lo que el productor ha dado a la sociedad es su cuota individual de trabajo. Así, por ejemplo, la jornada social de trabajo se compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo de cada productor por separado es la parte de la jornada social de trabajo que él aporta, su participación en ella. La sociedad le entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la recibe de esta bajo otra distinta.
Aquí reina, evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de mercancias, por cuanto éste es intercambio de equivalentes. Han variado la forma y el contenido, por que bajo las nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los medios individuales de consumo. Pero, en lo que se refiere a la distribución de estos entre los distintos productores, rige el mismo principio que en el intercambio de mercancias equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta.
Por eso, el derecho igual sigue siendo aquí, en principio, el derecho burgués , aunque ahora el principio y la práctica ya no se tiran de los pelos, mientras que en el regimen de intercambio de mercancias, el intercambio de equivalentes no se da más que como término medio , y no en los casos individuales.
A pesar de este progreso, este derecho igual sigue llevando implícita una limitación burguesa. El derecho de los productores es proporcional al trabajo que han rendido; la igualdad, aquí, consiste en que se mide por el mismo rasero : por el trabajo.
Pero unos individuos son superiores, fisica e intelectualmente a otros y rinden, pues, en el mismo tiempo, más trabajo, o pueden trabajar más tiempo; y el trabajo, para servir de medida, tiene que determinarse en cuanto a duración o intensidad; de otro modo, deja de ser una medida. Este derecho igual es un derecho desigual para trabajo desigual. No reconoce ninguna distinción de clase, porque aquí cada individuo no es más que un trabajador como los demás; pero reconoce, tacitamente, como otros tantos privilegios naturales, las desiguales aptitudes individuales **** , y, por consiguiente, la desigual capacidad de rendimiento. En el fondo es, por tanto, como todo derecho, el derecho de la desigualdad. El derecho sólo puede consistir, por naturaleza, en la aplicación de una medida igual; pero los individuos desiguales (y no serían distintos individuos si no fuesen desiguales) sólo pueden medirse por la misma medida siempre y cuando que se les coloque bajo un mismo punto de vista y se les mire solamente en un aspecto determinado ; por ejemplo, en el caso dado, sólo en cuanto obreros , y no se vea en ellos ninguna otra cosa, es decir, se prescinda de todo lo demás. Prosigamos: un obrero está casado y otro no; uno tiene más hijos que otro, etc., etc. A igual trabajo y, por consiguiente, a igual participación en el fondo social de consumo, uno obtiene de hecho más que otro, uno es más rico que otro, etc. Para evitar todos estos inconvenientes, el derecho no tendría que ser igual, sino desigual.
Pero estos defectos son inevitables en la primera fase de la sociedad comunista, tal y como brota de la sociedad capitalista después de un largo y doloroso alumbramiento. El derecho no puede ser nunca superior a la estructura económica ni al desarrollo cultural de la sociedad por ella condicionado.
En una fase superior de la sociedad comunista, cuando haya desaparecido la subordinación esclavizadora de los individuos a la división del trabajo, y con ella, el contraste entre el trabajo intelectual y el trabajo manual; cuando el trabajo no sea solamente un medio de vida, sino la primera necesidad vital; cuando, con el desarrollo de los individuos en todos sus aspectos, crezcan también las fuerzas productivas y corran a chorro lleno los manantiales de la riqueza colectiva, sólo entonces podrá rebasarse totalmente el estrecho horizonte del derecho burgués y la sociedad podrá escribir en sus banderas: ¡De cada cual, según sus capacidades; a cada cual según sus necesidades!
“ Aun prescindiendo de lo que queda expuesto, es equivocado, en general, tomar como esencial la llamada distribución y poner en ella el acento principal.
La distribución de los medios de consumo es, en todo momento, un corolario de la distribución de las propias condiciones de producción. Y ésta es una característica del modo mismo de producción. Por ejemplo, el modo capitalista de producción descansa en el hecho de que las condiciones materiales de producción les son adjudicadas a los que no trabajan bajo la forma de propiedad del capital y propiedad del suelo, mientras la masa sólo es propietaria de la condición personal de producción, la fuerza de trabajo. Distribuidos de este modo los elementos de producción, la actual distribución de los medios de consumo es una consecuencia natural. Si las condiciones materiales de producción fuesen propiedad colectiva de los propios obreros, esto determinaría, por sí solo, una distribución de los medios de consumo distinta de la actual. El socialismo vulgar (y por intermedio suyo, una parte de la democracia) ha aprendido de los economistas burgueses a considerar y tratar la distribución como algo independiente del modo de producción, y, por tanto, a exponer el socialismo como una doctrina que gira principalmente en torno a la distribución. Una vez que esta dilucidada, desde hace ya mucho tiempo, la verdadera relación de las cosas, ¿por qué volver a marchar hacia atrás? “
La cita es extensa (los subrayados son míos) , pero no tiene desperdicio. 1) aquí está definida, con claridad meridiana, la concepción de las dos “etapas” que Marx preveía para lo que hoy algunos llaman “postcapitalismo”: a) una que llama “dictadura revolucionaria del proletariado”. Y Marx le atribuye tanta importancia al asunto que afirma 1 “ . ..Por lo que a mí se refiere, no me cabe el mérito de haber descubierto la existencia de las clases en la sociedad moderna ni la lucha entre ellas. Mucho antes que yo, algunos historiadores burgueses habían expuesto ya el desarrollo histórico de esta lucha de clases y algunos economistas burgueses la anatomía económica de éstas. Lo que yo he aportado de nuevo ha sido demostrar: 1) que la existencia de las clases sólo va unida a determinadas fases históricas de desarrollo de la producción; 2) que la lucha de clases conduce, necesariamente, a la dictadura del proletariado; 3) que esta misma dictadura no es de por sí más que el tránsito hacia la abolición de todas las clases y hacia una sociedad sin clases...”
Sociedad sin clases y podemos agregar, en consecuencia, sin estado.
A esta fase de transición postcapitalista que Marx llama “dictadura revolucionaria, etc.” Lenin la llamó “socialismo”. Con lo cual yo pecador confieso: SOY MARXISTA LENINISTA. Tal cual me “acusa” Ricardo 2 . Que no es lo mismo que ser “estalinista”, término peyorativo, por lo menos para mucha gente, que tiene el gran problema de ser impreciso. O sea, se aplica tanto a quienes defienden la actuación, incluyendo sus políticas represivas, de Iosif Visariónovich Dugashvili cuanto a quienes manifiestan actitudes autoritarias en la vida política. Desde ambos puntos de vista rechazo el calificativo. Y, por supuesto, en el segundo caso encuadran muchos que se manifiestan como “antiestalinistas”, incluyendo no pocos anarquistas.
Aclarados los términos, cuando afirmamos que “Cuba era un país socialista” nos estamos refiriendo a la primera fase, de transición, entre el capitalismo y el comunismo.
2) Según la gente que ha leído extensamente a Marx y a Engels estos no profundizaron ni se extendieron sobre las características que tendrían las sociedades post capitalistas. Por ello todos recurrimos a la “Crítica del programa...” para referirnos al tema. La cita que colocamos supra es, sin embargo prístinamente clara respecto a las características esenciales de la primera fase. El trabajador recibirá, como fruto de su trabajo, lo que le corresponda en relación a la cantidad y calidad de éste. O sea la cantidad de valor generada al ejecutar el mismo de la cual se deducirá una lista de montos que irán a lo que podríamos llamar necesidades para el mantenimiento de la propia sociedad y la ampliación de su capacidad productiva. Marx los detalla y nos permitiríamos agregar los ingentes recursos imprescindibles para la defensa militar de una tal “dictadura revolucionaria del proletariado”. No lo dice, pero no hace falta. Porque precisamente si estamos ante una dictadura serán necesarios medios para ejercerla.
Aquí aparece una cuestión clave: “ Así, por ejemplo, la jornada social de trabajo se compone de la suma de las horas de trabajo individual; el tiempo individual de trabajo de cada productor por separado es la parte de la jornada social de trabajo que él aporta, su participación en ella. La sociedad le entrega un bono consignando que ha rendido tal o cual cantidad de trabajo (después de descontar lo que ha trabajado para el fondo común), y con este bono saca de los depósitos sociales de medios de consumo la parte equivalente a la cantidad de trabajo que rindió. La misma cantidad de trabajo que ha dado a la sociedad bajo una forma, la recibe de esta bajo otra distinta.”
Y: ¿que sucedía en Cuba? Precisamente esto que Marx describe con tanta claridad. El trabajador percibía, a cambio de la “jornada social de trabajo (que) se compone de la suma de las horas de trabajo individual” un “bono”...¿que forma asumía ese “bono”? Pues la forma de “salario” en forma de “dinero”. ¿cuál es la esencia de todo esto?
Que, abolida la propiedad privada de los medios de producción (con las estrictas limitaciones que definimos más arriba) el “salario” ya no es lo mismo que lo que así se llama en la sociedad capitalista. ¿porqué? Sencillo: la clave del asunto está en la apropiación del excedente. En el capitalismo el trabajador recibe exactamente lo que, dadas unas condiciones históricas determinadas, necesita para reproducir la mercancía que vende al capitalista: la fuerza de trabajo.
Sucede que en Cuba no había capitalistas. Por lo tanto no existía la apropiación privada del excedente o plusvalía. Por lo tanto el dinero no asumía la forma de capital en tanto acumulación de riqueza destinada a reproducirse y ampliarse en manos de los capitalistas. Y el salario no era más que el “bono” del que hablaba Marx. Porque de alguna forma hay que materializar estos principios que él y Engels enunciaron en forma sintética pero clara y precisa.
Si no hay capitalistas porque no hay propiedad privada de los medios de producción no hay por lo tanto capital. Y tampoco hay explotación. Pero se mantiene la injusticia que Marx atribuye a esta fase del desarrollo: “ Aquí reina, evidentemente, el mismo principio que regula el intercambio de mercanc í as, por cuanto éste es intercambio de equivalentes. Han variado la forma y el contenido, por que bajo las nuevas condiciones nadie puede dar sino su trabajo, y porque, por otra parte, ahora nada puede pasar a ser propiedad del individuo, fuera de los medios individuales de consumo. Pero, en lo que se refiere a la distribución de estos entre los distintos productores, rige el mismo principio que en el intercambio de mercanc í as equivalentes: se cambia una cantidad de trabajo, bajo una forma, por otra cantidad igual de trabajo, bajo otra forma distinta.
Por eso, el derecho igual sigue siendo aquí, en principio, el derecho burgués , aunque ahora el principio y la práctica ya no se tiran de los pelos, mientras que en el r é gimen de intercambio de mercanc í as, el intercambio de equivalentes no se da más que como término medio , y no en los casos individuales.”
Y, más adelante agrega: “ Cabe, entonces, preguntarse: ¿que transformación sufrirá el régimen estatal en la sociedad comunista? O, en otros términos: ¿qué funciones sociales, analogas a las actuales funciones del Estado, subsistirán entonces? Esta pregunta sólo puede contestarse científicamente, y por más que acoplemos de mil maneras la palabra pueblo y la palabra Estado, no nos acercaremos ni un pelo a la solución del problema.
Entre la sociedad capitalista y la sociedad comunista media el período de la transformación revolucionaria de la primera en la segunda. A este período corresponde también un período político de transición, cuyo Estado no puede ser otro que la dictadura revolucionaria del proletariado. #”
Para graficar podemos dar algunos datos concretos: en el hospital que yo trabajaba-estudiaba la limpiadora ganaba alrededor de 100 pesos. El médico recién recibido 230 y los especialistas, la escala más alta, alrededor de 350. En este caso no había diferencias por concepto de cumplimiento-sobre cumplimiento de normas. Diferencias que existían en fábricas y haciendas estatales, por ejemplo. Y si estas diferencias salariales pueden parecer grandes debemos aclarar que existía la “libreta de abastecimiento” o racionamiento que asignaba a todo el mundo sin distinciones una cantidad de bienes esenciales, tanto alimentos cuanto de higiene, ropa, calzado, etc. Esta dotación se adquiría con muy poco dinero. Además educación y salud eran total y absolutamente gratuitas. En el primer caso al estudiante se le entregaban libros y útiles necesarios. Si no vivía en la ciudad en que estudiaba se le daba, además, alojamiento, alimentación, ropa, calzado, y un pequeño estipendio para gastos. Por lo tanto la mencionada diferencia salarial se minimizaba en gran medida.
LA BUROCRACIA
Y aquí nos encontramos con la otra “madre del borrego” de la discusión. Se sostiene que la existencia de una burocracia vitalicia sustituiría a la burguesía como clase dominante succionadora de plusvalía. Yo viví 10 años entre los 70 y los 80 en Cuba. Sí, había una burocracia. Existía, por un lado el estado. A partir de 1976 cuando se aprueba la constitución socialista se establece un sistema electoral directo (para los representantes a nivel municipal) e indirecto (parlamento nacional y ejecutivo). Y se puede señalar que hasta hace muy poco tiempo (y aún hoy) se han repetido nombres en los principales cargos. Existía, además el partido comunista, único. Y allí también se repetían no totalmente, pero en gran medida, ciertos nombres.
Como no tuve contacto directo con las altas esferas no puedo informar de su nivel de vida. Y tengo la sospecha de que Fidel Castro no vivía exactamente como un obrero cualquiera. Si les puedo decir que, hasta el nivel medio por lo menos, los dirigentes no tenían un nivel de vida distinto a los demás. En ese sentido vivía mejor un técnico especializado que un responsable de nivel medio del partido o del estado. Y, ya que estamos, lo mismo aplicaba a los oficiales del ministerio del interior y las fuerzas armadas.
Cuando hablamos de este tema resulta imprescindible explicar como se elegían los miembros del Partido Comunista. Para llegar a ser miembro del mismo era imprescindible que una asamblea del centro de trabajo eligiera a la persona como “vanguardia”. Para ello el propuesto (que no podía ser auto propuesto) debía reunir, a juicio de la mayoría de sus compañeros de trabajo o estudio, condiciones vinculadas a la actitud frente al trabajo, el compañerismo, la participación en las organizaciones de masas (comités de defensa de la revolución, sindicato, federación de mujeres cubanas, etc.) y la fidelidad a los ideales revolucionarios. Ser miembro del “partido” implicaba estar sujeto a una permanente crítica social. Se suponía que estos debían tener una conducta intachable en cada aspecto de su vida, pública, pero también privada. Y no se admitía socialmente el acceso a privilegios materiales.
EL INTERNACIONALISMO
Hasta aquí nos hemos limitado a analizar la parte económica del planteo de Marx y Engels y su reflejo en la realidad cubana. Pero la construcción de la sociedad comunista no puede ser solamente un problema económico. En realidad si la base económica descrita es una pre condición para aquella el comunismo es, esencialmente, una cuestión de conciencia. En esto destaca el trabajo teórico pero también práctico de Ernesto Guevara. Ya desde los primeros tiempos de la revolución triunfante cubana, y aún antes, durante la guerra revolucionaria el Che resalta las condiciones éticas y políticas que definen al hombre (y a la mujer, naturalmente) comunistas.
Desarrolla la teoría, pero también marca las pautas a través de su intachable conducta personal. Su legado persistirá en Cuba hasta muchos años después. Es así que, por lo menos mientras nos tocó vivir allí, el trabajo voluntario fue un pilar de la vida social.
El internacionalismo encarna también ese desarrollo de la conciencia hacia el ser humano comunista. La participación civil y militar en incontables países del tercer mundo de hombres y mujeres cubanas que dejaban la comodidad de sus vidas cotidianas para afrontar dificultades materiales, lejanía y peligro en aras de cumplir lo que, correctamente, se consideraba un deber hacia el resto de la humanidad demuestra una política seria y coherente en pos de aquel desarrollo de la conciencia.
Citamos otra vez a Marx:
“ Por oposición al Manifiesto Comunista y a todo el socialismo anterior, Lassalle concebía el movimiento obrero desde el punto de vista nacional mís estrecho. ¡Y, después de la actividad de la Internacional, aún se siguen sus huellas en este camino!
Naturalmente, la clase obrera, para poder luchar, tiene que organizarse como clase en su propio país, ya que éste es la palestra inmediata de su lucha. En este sentido, su lucha de clases es nacional, no por su contenido, sino, como dice el Manifiesto Comunista , "por su forma". Pero "el marco del Estado nacional de hoy", por ejemplo, del imperio alemán, se halla a su vez, económicamente, "dentro del marco" del mercado mundial, y políticamente, "dentro del marco" de un sistema de Estados. Cualquier comerciante sabe que el comercio alemán es, al mismo tiempo, comercio exterior, y la grandeza del señor Bismarck reside precisamente en algún tipo de política internacional .
El profundo contenido internacionalista de la revolución cubana se manifiesta ya desde sus primeros años. La solidaridad concreta con los movimientos guerrilleros latinoamericanos, la participación militar para colaborar en la defensa de la Argelia revolucionaria contra la monarquía de Marruecos (felicitaciones a Moyano por difundir el testimonio de Ben Bella y extraer de él las debidas conclusiones) son claros ejemplos.
Cuando triunfa la revolución cubana el país cuenta con 6.000 médicos. Tras las primeras medidas revolucionarias, en particular la expropiación de los latifundios e ingenios azucareros yankis, el imperialismo instrumenta una política dirigida a atraer a los profesionales universitarios y técnicos como forma de debilitar la economía y las condiciones sociales de Cuba. Poco tiempo después quedarán en el país apenas 3.000 de aquellos médicos. Se lanza una política destinada a formar en forma rápida, no sólo médicos sino toda la gama de profesionales de la salud. Y también desde los primeros tiempos Cuba desarrollará la solidaridad internacionalista en el plano de la salud. Lo hará asimismo en la educación tanto a través de miles de maestros y profesores que acudirán a los más remotos rincones del planeta cuanto a miles y miles de jóvenes de países del tercer mundo que estudiarán a distintos niveles allí. En el Congo Brazaville en la primera mitad de los 60 una misión militar cubana apoyó al gobierno revolucionario que allí existía contra los ataques de la vecina República Democrática del Congo apoyada por imperialistas belgas y de EEUU. Simultáneamente comenzará el apoyo a los revolucionarios del Movimiento de Liberación Popular de Angola y a otros de la región. Esta colaboración culminará en 1975 con el envío masivo de tropas a Angola las cuales detendrán el ataque de los esbirros de la CIA dirigidos por Holden Roberto (y cabe agregar aquí apoyados también por China) en el norte y de las tropas sudafricanas en el sur. En el Congo Brazzaville Cuba llevará adelante la primera campaña de vacunación infantil en la historia del país.
En Etiopía cuando cae la monarquía de Haile Selassie había 300 médicos para un país de 30 millones de habitantes. Muy pronto los médicos cubanos superarán esa cifra. A continuación se fundará con profesores cubanos la primera escuela de medicina del país. Tropas cubanas apoyarán a la joven revolución etíope contra la invasión de Somalia bajo instigación y apoyo imperialistas.
No creo necesario extenderme aquí sobre este capítulo fundamental de la historia de la revolución cubana. Resalto su importancia para calificar a la misma como socialista (o dictadura revolucionaria del proletariado). A diferencia de la política estalinista Cuba no descuidó jamás ese deber sagrado. Para terminar me parece imprescindible expresar mi opinión sobre un tema que para muchos marxistas parece irrelevante o incluso inexistente: el papel de determinados individuos en la historia. No puede ser casualidad que todos los procesos revolucionarios (por lo menos los que yo conozco) estén indisolublemente ligados a un nombre. Trátese de Rusia, China, Vietnam, Korea, Argelia, Angola. Nicaragua es, tal vez, una excepción. Aunque debemos señalar que el proceso de unificación de las tendencias dentro del sandinismo en un sólo frente que propició la toma del poder en 1979 fue impulsada por Fidel Castro.
Aún procesos que resulta difícil catalogar claramente como revoluciones (Bolivia, Ecuador y Venezuela) se desarrollan bajo el signo de personalidades descollantes.
Lo mismo sucedió durante las revoluciones de independencia en América Latina. Evidentemente no se trata de casualidades históricas. Por alguna razón los pueblos necesitan al emprender caminos de liberación que implican rupturas más o menos radicales del orden existente de guías que funcionen como unificadores.
No puede haber revolución claro está sin condiciones revolucionarias. También es claro que los procesos revolucionarios no siempre suceden cuando se dan aquellas. A la injusticia básica de la sociedad capitalista (a veces con elementos feudales o aún esclavistas) se suman algunos elementos que parecen constantes: a) guerra, b) invasión extranjera c) profunda crisis económica d) dictaduras militares feroces.
Este breve planteo viene a cuento cuando intentamos comprender la naturaleza de la revolución cubana. Su existencia es difícil de imaginar sin Fidel. De la lectura de la historia del proceso que conduce al derrocamiento del régimen de Fulgencio Batista y la posterior transformación socialista de éste destaca el papel gigantesco que esta personalidad desempeña en todas sus etapas. No hubiera habido revolución sin las condiciones sociales, económicas y también políticas que estaban presentes en la Cuba de los 50. Resulta difícil concebir la revolución cubana sin Fidel.
La presencia de esta personalidad histórica marcará ciertas características definitorias del proceso revolucionario cubano. Para lo bueno, pero también para lo malo.
La dura confrontación con el imperialismo y la burguesía cubana actuando como instrumento de aquel impondrá múltiples acciones defensivas. Por un lado el desarrollo de una importante fuerza militar. Digamos de paso que estas fuerzas armadas tendrán características diferenciales claves de las que funcionan en los demás países de América Latina y cuyo historial represivo y criminal en pos de los intereses de la burguesía y el imperialismo es conocido. Su raíz estuvo en el Ejército Rebelde que derrotó a las fuerzas de la tiranía batistiana. Se trataba de unas fuerzas armadas constituidas por un pequeño núcleo profesional y un amplio contingente (desconozco los números exactos pero hablamos de cientos de miles de hombres y mujeres) de combatientes milicianos. En cada centro de trabajo y estudio a nivel universitario gran parte de los trabajadores-estudiantes eran, al mismo tiempo, milicianos. Estaban adscritos a una unidad que era movilizada periódicamente para llevar adelante maniobras militares. La movilización, en estos casos completamente voluntaria, podía incluir las misiones internacionalistas.
Hacia fines de la década del 70 cuando Reagan asume la presidencia de EEUU la retórica anti cubana se acentúa. El país opta por profundizar su esquema de defensa adoptando la concepción, tomada de los vietnamitas, de “guerra de todo el pueblo”. La instrucción militar se generaliza e incluye amas de casa y gente mayor de edad en condiciones físicas aceptables. Se distribuyen depósitos (conocidos por muy poca gente) de armas, municiones y alimentos destinados a ser utilizados en caso de invasión extranjera por parte de amplios sectores de la población debidamente organizada. La mencionada instrucción militar se dirige hacia tácticas de guerrilla urbana y rural. Curiosas medidas por parte de una “burocracia dictatorial” que crea así las condiciones para su propio derrocamiento.
En un trabajo de gran relevancia de Fernando Martínez Heredia (que fue y es aún hoy un seguidor y difusor de las ideas del Che y un partícipe crítico de la revolución) leemos:
“ Si exceptuamos el caso de Martí, las prácticas revolucionarias fueron lo dominante en la historia de las posiciones y propuestas de los radicales entre 1868 y 1959. Pero en su conjunto, ellos elaboraron un cuerpo de pensamiento que constituye una acumulación cultural de un valor inapreciable, que es necesario que rescatemos y asumamos conscientemente. Una de las características de todo orden posrevolucionario es la de devaluar, pasar al olvido o manipular las experiencias y las ideas radicales, con el fin de borrar su singularidad y su influencia.
El triunfo en 1959 de una guerra revolucionaria que constituyó al mismo tiempo una escuela política radical, dirigida por una organización férreamente unida, decidida y con vocación de poder, y a su cabeza Fidel, el líder político más descollante del siglo XX cubano, le permitió al país escoger la opción máxima posible: hacer una revolución socialista de liberación nacional que transformara a fondo las relaciones sociales y humanas y las instituciones. Pronto la nueva época exigió un formidable aumento de las capacidades intelectuales de la mayoría de las personas, y de la calidad del contenido y el papel del pensamiento social. La praxis era el motor, pero ella debía ser organizada y consciente. El aumento de capacidades y la formación política eran imprescindibles, porque, por primera vez en nuestra historia, los objetivos a alcanzar requerían una rigurosa intencionalidad, una conducción política y social cada vez más compleja, una distribución creciente del poder, un planeamiento eficaz, una crítica radical de la modernidad capitalista y del modelo socialista predominante y, al mismo tiempo, pensar la revolución que se hacía y elaborar intelectualmente las características de la nueva sociedad que se pretendía.
Entonces al joven héroe Ernesto Guevara, uno de los más destacados seguidores de Fidel y totalmente identificado con él en cuanto a las ideas, le tocó desempeñar el papel principal en la producción de un pensamiento social de la Revolución cubana y en las relaciones de este con las ideas socialistas del mundo de su tiempo.
El Che había tenido que aprender en muy poco tiempo cómo era Cuba y cómo participar eficazmente en su proceso revolucionario. A la vez, debió utilizar los instrumentos de pensamiento marxista que ya poseía sin someterse a la doctrina. Esa es una entre tantas lecciones que nos ha dejado. Cuando el periodista uruguayo Carlos María Gutiérrez le preguntó, en febrero de 1958, si él era marxista, el Che le respondió que había tenido que olvidar en la guerra todo lo que había aprendido antes. Ganó esa batalla consigo mismo y de inmediato puso su peso personal en ayudarnos a todos a pelear y ganar una batalla de ideas en el seno del proceso revolucionario, a favor de todas las liberaciones y por la creación de nuevas personas y una sociedad socialista.
Les sugiero que estudien aquella contienda de ideas. El Che que puede conocerse de ese modo es más humano y más grande, y a su escala también lo es la Revolución cubana de los años sesenta, esa maravilla enigmática para las nuevas generaciones que han sido privadas de su conocimiento, como si por un tiempo las cubanas y los cubanos en masa hubieran padecido una sublime locura.”
Y si tantas cosas sucedieron en las décadas posteriores, antes de la debacle brutal del período especial, una de las cuales es sin duda el relativo olvido que se produjo en torno a las ideas económicas del Che incluyendo la fermental polémica que sostuvo, entre otros, con Bettleheim ello no obsta para que, en la práctica, el núcleo de su pensamiento se llevara adelante. El cálculo económico no alcanzó nunca a predominar como mecanismo de asignación de recursos o fijación de remuneraciones. Mucho de lo bueno (y de lo malo) que se llevó adelante en Cuba en aquellos años tiene la marca de Fidel.
Es por ello que dijimos en la reunión citada por los compañeros del PT con el fin de discutir las perspectivas del proceso cubano que el tema debería ser tratado, por todos quienes manifestamos una intención revolucionaria con “amor”.
Porque estamos hablando, repitiendo a Martínez Heredia de “ esa maravilla enigmática para las nuevas generaciones que han sido privadas de su conocimiento, como si por un tiempo las cubanas y los cubanos en masa hubieran padecido una sublime locura.”
Me permito extender esa bella caracterización al período que nos tocó vivir en la Isla.
1 Carta a Joseph Weydemeyer
Fuente: C. Marx & F. Engels, Obras Escogidas, en tres tomos , Editorial Progreso, Moscú, 1974, t. I.
Digitalización: Juan Rafael Fajardo, para el Marxists Internet Archive, marzo de 2001
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